Hay momentos y lugares en donde la alegría parece acaparar
todo. Situaciones en donde las personas tratan de olvidarse, aunque sea por
algunas horas, de los problemas cotidianos, de las exigencias y deciden compartir con sus vecinos,
familiares y amigos una verdadera fiesta popular. Uno de esos lugares es, sin
dudas, la murga, esa expresión barrial llena de un fuerte contenido social que
nos rememora nuestra procedencia, con raíces tan disimiles (el llamado
“crisol”), tantas mezclas que ni siquiera de haberlo planeado habría surgido
algo tan fascinante por su peculiaridad rítmica, coreográfica y por sobre todo
su espíritu de celebración.
Desde principios del siglo XX y con la llegada inmigratoria
desde varias regiones con cultura carnavalesca como España e Italia (Cádiz y
Venecia respectivamente son las ciudades madre de los carnavales europeos),
sumado a las raíces rítmicas africanas y cubanas dieron lugar esta fusión que
determinó la fiesta popular en la que se le rinde honor al dios Momo, personaje mítico de la
antigua Grecia que representa la
encarnación del sarcasmo, la ironía y el humor, condimentos básicos de
cualquier murga que se precie de tal.
La parodia de instrumentos musicales mediante la mímica
corporal, las ropas de vivos colores, los estandartes y el baile tan
característico de las comparsas son el resultado de todas estas mezclas
culturales.
A todo esto hay que
sumarle algo más: su contenido de lucha, protesta y denuncia. El apropiarse
durante unas horas del espacio público para transmitir alegría a partir de los
sucesos cotidianos, sin olvidarse de la cuota ideológica y reflexiva con la que
se toman los asuntos, una invitación a divertirse sin dejar de pensar. El
colectivo cultural está, así, en su máxima expresión.
Con una gran historia y mucho por delante, la murga
argentina sigue escribiendo sus letras con pasos desafiantes y al ritmo de
bombos, redoblantes, platillos y risas.
A murguear se ha dicho.
Los seguidores y su banda
Hay una murga que viene pisando fuerte en la zona de
Banfield Este. Con mucha dedicación, organización y amor por su actividad
ensayan todos los sábados por la tarde en la plazoleta ubicada entre las calles
Gazcón y Levalle, donde reúnen en cada presentación murgueros que oscilan entre
los 6 hasta los 30 años. Se trata de
“Los seguidores de la hormiga”, una banda de apenas un año de vida, pero con un
futuro promisorio.
Seguidores de una hormiga, de un sueño y de los ideales
inquebrantables de un luchador como lo fué Claudio Lepratti, ese militante
social que hacía el laburo que pocos ven, el de una hormiga. Esa misma que
inspiro a los chicos para darle nombre a este proyecto.
Los chicos que forman “Los seguidores…” tuvieron su gran
momento del año durante los carnavales del verano. Desfilaron con su murga por
el centro de Banfiled, junto con otras comparsas y mostraron todo su colorido
rojo y verde. La dedicación y la posibilidad de poder mostrar lo que ensayan
todas las semanas explican mucho el porqué de su crecimiento en tan corto tiempo.
Luego de asistir a estas presentaciones y de ser invitados a
sus ensayos, Ramiro Ruano, uno de los integrantes más comprometido de la murga,
habló con Inconsciente Colectivo para reflejar mejor de que se trata este
sentimiento murguero.
¿Cómo surge esta idea de hacer una murga barrial?
La idea surge en
diciembre del 2010. Estábamos reunidos en la casa de un amigo que se había
comprado un bombo, así que algunos de nosotros llevamos algún que otro redoblante o alguna parte de
una batería desarmada y empezamos a tocar cualquier cosa sin ningún fin más que
el de hacer un poco de ruido.
Un día estábamos tocando en el patio de la casa de este
amigo (el cual queda enfrente de la plaza) y nos gritaron de afuera que
salgamos a la plaza que la murga se hace en la calle. Salimos para darles el gusto y nos quedamos hablando con estos
pibes que por lo visto tenían años de murga.
Así nos seguimos juntando los sábados de forma informal
hasta que un día se reinaugura la
placita. La municipalidad había traído bailarines de folklore, música, etc. se
había juntado el barrio en la plaza así que tocamos un rato para la gente.
Tocábamos cualquier cosa, lo que se nos venia a la cabeza. Esa misma tarde
antes de tocar un amigo había traído un libro de un tal “Pocho” Lepratti, nos
conto su historia y nos copó a todos lo que hacia allá, en su barrio en
rosario.
¿Qué los hizo pasar del sólo hecho de tocar por diversión a
hacer algo organizado?
El día que se inauguró la plaza y que salimos a tocar nos
dimos cuenta de que se podía divertir a la gente y que como habíamos leído en
el libro de Pocho se puede dar un mensaje y que la murga parecía una buena
excusa para juntar al barrio, el cual veíamos un poco caído. Así que decidimos
juntarnos todos los sábados ya tomando la plaza como lugar propio e invitando a
todos a formar parte de la murga.
¿Qué es lo que representa en ustedes el nombre “Los
seguidores de la hormiga”?
Representa una idea que buscamos llevar adelante en nuestro
barrio. La idea de un tipo como cualquiera que deja muchas cosas de lado al ver
ciertas miserias e injusticias y decide poner manos a la obra haciendo un
trabajo de "hormiga", con un comedor comunitario dando clases de
arte, de murga. En nuestro barrio intentamos mostrar esta idea y además
fomentar la unión entre los vecinos, el conocernos todos, estar en contacto y
darnos una mano en lo que necesitemos ese es, para nosotros, el único remedio a
la famosa inseguridad de la que tanto nos hablan.
¿Cómo definirías lo que se siente formar parte de este
colectivo?
La murga para mí es un lugar de encuentro, un lugar donde me
olvido todos los problemas que pueden pasar en el día, me saca de la rutina
totalmente y me hace entrar en contacto con mucha gente nueva y con situaciones
muy copadas. Buscamos trasmitir alegría, compañerismo, dar un mensaje a los
vecinos, a los padres y chicos que conforman la murga, un mensaje que quizá no
se ve en la escuela o en otro lugar.
¿Qué significado le
das a la medida que declara feriados los carnavales nacionales?
Los feriados de carnaval son sin duda una reivindicación al
pueblo que marca una política interesante de inclusión y de adopción de algo
tan propio en Argentina y en el barrio como es la murga. Los feriados de
carnaval fueron quitados por los gobiernos de facto y que hoy vuelvan a estar
es un gran avance para la argentina y para su identidad.
Carnaval toda la vida
Durante los años oscuros que comenzaron en 1976 se
silenciaron a base de terror y muerte todas las expresiones colectivas y
culturales. Las murgas fueron víctimas de este siniestro plan. Se sancionaba
por decreto la nulidad del “lunes y martes de carnaval”. En el medio muchos
murgueros fueron perseguidos y desaparecidos.
Volvió la democracia en ´83, pero tuvieron que pasar 27 años
para que se escucharan los reclamos de restablecimiento de estos feriados.
Hoy, como antes de la dictadura militar, los murgueros
vuelven a dar combate para sobreponer los ideales desde la alegría y la
participación. Esta vez sin que nadie los pueda callar. Nunca más.
La hormiga que inspiró
Como suele pasar la mayoría de las murgas deciden su nombre
en base a expresiones cotidianas populares o en referencia a personas que se
destaquen por sus acciones y que transmitan, desde sus acciones, valores dignos
de reflejar.
Este último caso es el que tomaron los chicos de “Los
seguidores de la hormiga” para bautizarse. La “Hormiga” es en referencia a
Claudio Lepratti, también conocido como “Pocho” o el “Ángel de la bicicleta”
que tan bien retrató León Gieco en su tema homónimo. Claudio militó en las
villas de Rosario y fue una de las víctimas de la represión policial del 2001,
asesinado por defender a un grupo de chicos que se encontraban almorzando en un
comedor.
Pocho fue alguien que dió la vida por mantener sus ideales. Es,
sin dudas, una hormiga para seguir en su ejemplo.
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