miércoles, 8 de agosto de 2012

Juegos políticos (y olímpicos)

Las vísperas de una competencia de tanta trascendencia mediática como lo son los Juegos Olímpicos nos da motivos para analizar algunos puntos de su historia, no sólo en lo estrictamente deportivo, sino en la relación que el deporte ha logrado con la política y como esta última adquiere un lugar relevante (aunque poco analizado) en este acontecimiento mundial que se da cada cuatro años.
La realización de la 30º edición de las olimpiadas modernas en la ciudad de Londres, justo en un contexto de puja diplomática entre Argentina y el Reino Unido por la soberanía de las Islas Malvinas, también hace interesante el indagar más en esta asociación de poder político y deporte.

Breve historia política de los juegos
La exposición mediática que tiene esta competencia a nivel mundial ha sido utilizada históricamente para mostrar como funcionan los sistemas políticos del país organizador y sus participantes. Cada 4 años los países que se embarcan en la organización invierten millonarias cifras para poder albergar a los máximos deportistas del planeta, con la mejor infraestructura y seguridad posibles. Su capacidad de realizar esta competencia sin fisuras no solo trae beneficios económicos, también los aporta en términos simbólicos: la imagen positiva que se da al exterior y la reputación que genera el ser centro del mundo deportivo por algunos días es la oportunidad ideal de dejar buena impresión. Otro de los puntos que se miden a nivel político es la relación que hay entre la importancia que cada estado le da al deporte y su fomento, lo que muchas veces se traduce en la cantidad de medallas que obtiene
Hay hechos que marcaron de manera negativa la función política de esta competencia a lo largo de su historia. La publicidad como factor de propaganda y difusión de una ideología perversa fueron centrales en la realización que llevo a cabo la Berlín de Hitler en 1936. Los actos terroristas contra la delegación israelí en Munich `72 empañaron la fiesta deportiva con sangre. También forman parte de esta lista sucesos como los boicots a la realización por parte de algunos países (como los sendos Moscú 1980 y Los Ángeles ´84) y a su participación (el caso de Sudáfrica, alejada de la competencia por su política racial de apartheid). 

Un spot político y deportivo
Hace dos meses el gobierno nacional lanzó un spot publicitario que reivindica la soberanía argentina sobre las Malvinas, a través de la participación de los deportistas nacionales en los próximos Juegos Olímpicos. Protagonizado por Fernando Zylberberg, capitán del seleccionado nacional de hockey masculino sobre césped, se lo observa en varias zonas de las islas realizando entrenamientos. La publicidad finaliza con la frase “Para competir en suelo inglés, entrenamos en suelo argentino”.
Las respuestas del gobierno británico no tardaron en llegar. Según el canciller británico, William Hague, la publicidad representa una “maniobra política” que sólo busca “salvar de alguna manera el orgullo” argentino. El primer ministro británico David Cameron se sumo a los dichos y ratificó que su gobierno no abrirá “absolutamente ninguna negociación” por la soberanía del archipiélago, al tiempo que negó la militarización del Atlántico Sur, algo que realmente abre más dudas que certezas si envía destructores nucleares y afirma que “El Reino Unido está preparado y dispuesto para defender a los habitantes de las Falkland (léase Malvinas)”.

La política como espacio de debate

Las presiones diplomáticas que hoy el Gobierno Nacional está aplicando sobre el Reino Unido se pueden encasillar en las funciones positivas que tiene la política en este contexto de competencia internacional traducido en los Juegos Olímpicos. Aprovechar la mediatización del mismo para plantear un debate justo por la soberanía de las Islas Malvinas es algo que no sólo no perjudica la participación del país en este evento, sino que hace de la política la herramienta de dialogo para transformar la realidad y para luchar desde el combate por el sentido contra los resabios del colonialismo. Para ello es imprescindible utilizar todas las oportunidades para instalar el debate.






*Nota publicada en la revista universitaria Inconsciente Colectivo, nº 3, julio del 2012.

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