El análisis de los medios de comunicación hoy en el ámbito
nacional puede reducirse en dos palabras: batalla cultural. La lucha por el
sentido es hoy el combate a la hegemonía que denotan algunos grupos económicos
y mediáticos en el campo de la cultura y la comunicación.
Esta lucha de ideas nos lleva a pensar el nuevo rol del
periodista en un contexto donde entran en juego dos tensiones que marcan todo
el recorrido de esta profesión, es decir, los conflictos éticos que supone la
búsqueda de relatar la realidad a la hora de transmitir un mensaje a través de
un medio que presiona desde sus intereses corporativos, económicos y políticos,
no siempre compartidos por el periodista.
Estamos dentro de un panorama inédito para la comunicación
en el país, con una ley de Servicios de Comunicación Audiovisual que da sus
primeros pasos (no todos), lo que abre la posibilidad de la apertura de
distintas miradas, abrir el juego en un sistema mediático que se regía hasta el
momento por una ley sancionada durante la última dictadura militar, como
sabemos para nada a favor de la pluralidad de voces.
El objetivo de la nueva mirada sobre los medios parece ser
claro: un cambio en el paradigma comunicacional, donde los media jueguen un
papel al servicio de la sociedad, más allá de sus intereses particulares como
empresas privadas y la amplitud de voces frente a los actuales sistemas
monopólicos.
Para ver en la cotidianidad esto no hace falta más que abrir
los diarios cada día y leer algunos titulares.
Los ataques mediáticos a las instituciones son sistemáticos,
lo que se traduce en la lógica de que pase lo que pase en la agenda política,
si algo es negativo es culpa del gobierno nacional, es más, la mayoría de las
veces ni siquiera se detienen en diferenciar Estado y gobierno. Esta negatividad
en todos los aspectos parece más un ataque de desesperación que ya no sorprende
a nadie y no un análisis periodístico. Sólo se busca la crítica sin mayores
argumentos.
Nos bombardean con eternas especulaciones sobre la suba del
dólar, la "imposibilidad" de comprarlos, sobre el aumento de la
tarifa de los colectivos por la implementación del sistema SUBE y el rechazo de
todo tipo a las leyes presentadas y propuestas por la bancada oficialista, como
la reforma de la carta orgánica del Banco Central y la unificación del Código
Civil con el Comercial.
En lugar de explicar los avances que generarían estas
reformas, los titulares siempre resaltan que serían perjudiciales en algún
sentido. Ni hablar de las posiciones vergonzosas que se reprodujeron en algunas
columnas de opinión a cargo de los principales voceros del establishment,
Joaquín Morales Solá, Mariano Grondona (si, ¡aún sigue escribiendo!) y otros
personajes que ante el reclamo nacional sobre las Islas Malvinas, que no es
asunto de un gobierno sino una política de Estado, tomaron posiciones a favor
de la causa inglesa subiéndose al tren de la tergiversación de el principio de
autodeterminación de los pueblos, sosteniendo así el colonialismo en pleno
siglo XXI y resaltando la supuesta "agresividad discursiva" del
gobierno nacional, mientras los ingleses reforzaban la militarización de las
islas.
Estos discursos ya los conocemos y es casi innecesario
reproducirlos. Debemos ser cuidadosos al considerar opiniones sin fundamentos,
que sólo tienen intenciones de manipular la opinión pública. Sus capacidades
argumentativas son tan inestables como un castillo de naipes y se terminan
derribando como tales, ante la más mínima brisa.
Es por todo esto que como periodistas reconozcamos la
importancia de no reproducir desde nuestro lugar la visión que se plantea desde
los grandes grupos mediáticos. Esto no excluye la mirada crítica de los asuntos
que hoy atañen a la sociedad argentina, pero es necesario que empecemos a crear
contenidos nuevos, con nuevos sentidos que se parezcan más a los valores de
nuestra sociedad, con la responsabilidad de contar la realidad desde un lugar
comprometido, con ética profesional y con el deber social.
Volver a creer en la política como herramienta de cambio
social y en el periodismo como posibilidad de contar nuestra verdad, con
convicciones y valores éticos es el núcleo de esta batalla cultural de la que
no somos ajenos.
Es lo que intentamos, a fin de cuentas, de hacer desde
nuestro espacio. Desde este Inconsciente Colectivo.
*Nota publicada en la revista universitaria Inconsciente Colectivo, nº 1, mayo del 2012.
No hay comentarios:
Publicar un comentario