Los sucesos que sacudieron la
política y la sociedad brasileñas a partir del mes de junio dejaron diversos y
variados análisis. Algunos reduccionistas, otros incongruentes y hasta algunos
contradictorios, casi bipolares por los dichos esgrimidos en un primer momento
y su respectiva retractación en cuestión de horas. Lo cierto es que en plena
realización de la Copa Confederaciones, organizada por la FIFA como puesta a
punto antes del mundial del 2014, Brasil brilló en términos futbolísticos, pero
al mismo tiempo y del otro lado de las tribunas, Brasil también dejó entrever
otra faceta, menos brillante que la de los goles de Neymar y Fred.
Las protestas sociales que, a
priori reclaman por mejoras en los servicios públicos y sus presupuestos
(Salud, educación y transporte como los más importantes) y, en contraposición
un enérgico rechazo a las inversiones en infraestructura de los doce estadios
mundialistas que se refaccionaron o se hicieron a nuevo para el mundial 2014 y
las olimpíadas del 2016. Esto es a primera vista lo que se puede observar a
través del prisma de cadenas como O Globo y sus pares mediáticos, como el
diario Folha de Sao Paulo.
También se evidenció la decisión
tanto en Brasilia como en San Pablo de reprimir la protesta social, algo que
nos hace recordar a las decisiones que se toman en la Ciudad de Buenos Aires,
en este caso llevada a cabo por las gobernaciones de estos dos Estados
brasileños, casualmente de tintes opositores al gobierno de Dilma Rousseff. Sin
embargo los análisis poco profundos (e intencionados) trataron de relacionar la
represión con la presidencia. La encuestadora opositora Datafolha señaló en la
dirección de la imagen de Dilma a la hora de buscar perjudicados. Su imagen,
según los datos arrojados, cayó de un 57 % de imagen positiva a casi el 30 %,
lo que registra una caída de 20 puntos luego de las protestas. Dilma se ha
defendido públicamente y calificó como “Terrorismo informativo” a los
constantes ataques de la prensa.
Por otra parte las encuestas dan
positivas al observar un 68 % de aceptación a la propuesta presidencial de
llevar a cabo un referéndum que definirá una reforma política en el país. Los
temas más importantes que deberá resolver el pueblo a través de este plebiscito
serán: Finalizar con el voto secreto de los senadores y diputados, un cambio en
el sistema de las elecciones parlamentarias, terminar con las coaliciones
electorales y el financiamiento público de las campañas electorales.
Estos datos y la magnitud de los
reclamos iniciados a partir de las demandas impulsadas por el Movimiento “Passe
Livre” dejan muchos puntos para analizar. En primer lugar deberíamos tener en
cuenta que, al igual que los reclamos multitudinarios en Turquía, Egipto o la
misma España y sus “indignados”, las revueltas comenzaron a través de las
convocatorias vía redes sociales. Esta sería una característica recurrente
(Quizás la única en común) en casos tan disímiles. La autoconvocatoria y el
poder de la comunicación al instante, Facebook y Twitter como elementos
democratizadores, pero que en una segunda instancia no escapan de la lógica
manipuladora de los media tradicionales, quienes utilizan las demandas
diferenciadas de los sectores medios de la sociedad y las unifican en contra de
un gobierno, que se encuentra en las antípodas de sus intereses.
Comparar este contexto con el de
los reclamos ocurridos en Argentina, como el llamado 18 A, no tienen el más
mínimo punto de relación. En Brasil se protesta para profundizar y activar a
sus instituciones, mientras que aquí las marchas son fogueadas por los sectores
más conservadores de la sociedad, quienes ven una pérdida de privilegios en
cada acción del gobierno nacional.
Los reclamos parecen buscar, más
allá de lo que quieran transmitir estos medios de comunicación, una
profundización en la acción del Estado en materia social y económica. Más
subsidios al trasporte y un traslado de las inmensas ganancias privadas a un
Estado que garantice una mayor inversión en salud y educación.
Finalmente la pregunta propuesta
en el título presenta una respuesta coherente con el análisis hecho: Hay un
descontento social expresado en masivas protestas, hay deudas pendientes en la
gestión de Dilma y También hay empresas mediáticas que buscan capitalizar este
malestar contra un gobierno democrático. Todas son realidades existentes. Sólo
depende el punto de vista que se elija y los intereses en juego para tomar
posición.